Instantáneas

Hace años que hacemos esto... rescatar un animal, recuperarlo, esterilizarlo y buscarle familia. Esta última, por cierto, es la parte más difícil... Buscarle familia implica, generalmente, confiar en un desconocido. Suele ser alguien que vio una foto por internet, que con suerte te llama porque tomó la decisión de adoptar. 

En esa instancia, hay de todo. Quienes quieren comprar un perro de raza y para ahorrar dinero te llaman esperando que esa cosa peluda que tenés en casa sea un caniche o un ovejero alemán. Quienes quieren un objeto inanimado, que no haga pis, caca, no rompa, no ladre, etc. Quienes quieren un perro para cuidar un campo o un galpón, pero no quieren brindarle una familia y cariño. También está quien adopta y lo devuelve al día siguiente, al mes o a los cuatro años, reitero: hay de todo.

Y finalmente, están quienes quieren incorporar amor puro a su vida en forma de perro (claro, son los que menos llaman); resisten mi cuestionario interminable de preguntas sobre si tienen patio cerrado, acerca de lo que piensan hacer con el animal cuando vacacionen, y si conocen que van a asumir una responsabilidad que durará promedio unos 15 años. Los que no desisten después de eso, generalmente adoptan.

Durante los primeros días me contacto para saber como va todo, y si ambos (familia y animal) se adaptan a la nueva vida; pero pasado un tiempo, ya cuesta hacerles el seguimiento a todos los que dimos, lo intento, pero es difícil. Con algunos dueños de perros que fueron casos especiales, ya sea por estar muy heridos o mucho tiempo en casa, mantengo contacto más fluído, con otros nos hicimos amigos. A veces me entero de finales tristes, de que lo perdieron, de que tuvo un accidente, a veces me cuentan anécdotas divertidas de momentos familiares... y a veces, me regalan una foto, una instantánea actual donde los veo después de mucho tiempo y siento que no quepo en mi de felicidad.

La vedette de todas las adopciones siempre es Almita, uno de nuestros primeros rescates allá por el año 2004, el animal que nos enseñó que personas comunes como nosotros, podíamos hacer alguna diferencia.

  





Lili, Osito y Nube Perlita...

Hace mucho (años) que no escribo nada... Pero cada tanto resurge la necesidad latente de poner en palabras el transcurrir de estas historias, son historias de perros, y también de nuestras vidas, de todo un poco... 

A veces el destino se empecina en cruzarte con un ser que necesita ayuda. Era la noche del 2 de abril de 2013 y volvíamos con Gabi de cenar en lo de mi hermana. Agarramos la autopista y por la mano del frente, alcancé a ver a una perrita que caminaba al costado. Seguimos de largo, con la impotencia de ver uno más entre tantos que en la semana aparecerán atropellados al costado. Pero evidentemente no fue una más, por alguna razón me quedé pensando en ella. 

Al día siguiente arranqué mi día como siempre y cerca del mediodía tomé la autopista nuevamente para ir a mi trabajo. A la misma altura de la noche anterior, pero esta vez en medio de la ruta, volví a ver nuevamente a la perrita que habíamos cruzado la noche anterior y alcancé a ver como un auto la esquivaba. Imposible seguir de largo y pensar que la próxima vez que la viera podía estar sin vida. Di la vuelta y me volví a buscarla. 


Contrario a lo que hacen muchos animales cuando están asustados, que cuando ven a una persona salen corriendo sin rumbo, detuve el auto, la llamé con un silbido y ella se quedó petrificada donde estaba. Me acerqué despacio y explicándole que no iba a hacerle daño, que estaba ahí para ayudarla. La enlacé con una soguita, de esas que siempre tengo en el baúl del auto y la subí en el asiento de atrás. Acababa de comenzar mi problema número uno: estaba a 40 km de mi casa, tenía que ir al trabajo y andaba con un animal arriba del vehículo.

Le llamé a mi viejo para pedirle ayuda, le expliqué que tenía una perrita recién rescatada y que necesitaba que me la tuviera hasta la hora en la que yo salía del trabajo para poder llevármela a mi casa. Como siempre, me dijo que si, que nos esperaba. Cuando llegamos a su casa, al bajarla del auto y sentir que las manos se me quedaban pegoteadas, me encontré con el problema número dos: era una perrita que estaba amamantando, y yo no tenía la más remota idea de dónde estaba su cría. 

La dejé en lo de mi viejo y me fui al laburo, ya que se me hacía tarde, con la idea de ponerme a pensar más tranquila en como solucionar el tema. Lo primero que hice fue mandarle un mensaje a mi amiga Maira "Necesito ayuda! Levanté una perra raquítica y vi que tiene leche, necesito encontrar los cachorros", me dijo que por supuesto me acompañaba a buscarlos y coordinamos para encontrarnos a la salida del trabajo.

Yo salí primero del laburo y me fui a lo de mi viejo a buscar la perra. Papá le había dado de comer unos huevos, le había ofrecido agua y le había puesto nombre: "tiene cara de Lili" -me dijo. La subí nuevamente al auto, la encontramos a Maira en el centro y nos fuimos al lugar donde la levanté a Lili, cerca de la Universidad Católica.

Ahí la bajamos del auto y la pusimos en el suelo, para que caminara hacia algún lugar que nos sirviera de orientación para saber a dónde estaban los cachorros. Pero la perra estaba petrificada de miedo y no caminaba. La llevábamos alzando y volvíamos a bajarla en distintos lugares donde pensábamos que podía tener su cría, pero no lográbamos encontrar nada. 

Preguntamos a la gente que pasaba, pero nadie la reconocía. Estuvimos más de una hora haciendo dando vueltas, con la angustia de saber que en algún lugar, había cachorros que en el caso de ser muy pequeños, correrían riesgo de muerte si es que no volvían con la madre.

Ya era de noche y seguíamos sin tener ninguna pista, hasta que agarramos una calle y de repente Lili empezó a caminar como si reconociera la zona. Caminaba media cuadra y se sentaba, pero de a poco, parecía saber a dónde estaba su casa. Nosotras estábamos muertas de miedo, ya nos habíamos adentrado varias cuadras en el barrio, el auto había quedado en la ruta y la zona se ponía cada vez más oscura. Hicimos tripas corazón y seguimos. Doblamos por una cuadra, por otra y por otra, hasta que al llegar a mitad de cuadra, se escuchaba el llantito de los cachorros en el fondo de la casa. Soltamos la perra y se fue corriendo adentro, por un hueco que había en el alambrado. Felicidad infinita por un lado, ya que la perrita se había reencontrado con sus cachorros y angustia por otro, ya que al no poder verlos, no sabíamos si estaban tan desnutridos como la madre. 
Golpeamos la puerta de la casa, pero no había nadie, preguntamos a los vecinos, pero no sabían decirnos nada sobre los dueños, ni a que hora volvían, ni en que horario podíamos ubicarlos. Empezaron a mirarnos con sospechas, y nosotras optamos por irnos.

A la mañana siguiente me venía a Córdoba con Gabi y le pedí que pasáramos por la casa de la perrita a dejarle algo de alimento, ya que me preocupaba la flacura que tenía y que encima estuviera amamantando a su cría.

Cuando llegamos, nos encontramos con Lili y sus dos cachorros en la calle. Me bajé a golpear la puerta y nuevamente quedamos sin respuesta, por lo cual decidí que esa era razón suficiente, para cargarlos a los tres en mi auto y rescatarlos de ese antro de abandono. Ahí comenzaba el problema número tres: nuevamente teníamos que ir al trabajo y estábamos con tres perros encima del auto.

Se me prendió la lamparita! Le pregunté a mi amiga Nati si podía darles asilo por un día hasta conseguir hogar temporario donde albergarlos y me dijo que los llevara a su casa.
Cuando llegamos nos estaba esperando, con agua, comida y unos trapitos que sirvieron de cucha improvisada para Lili y sus dos pequeños: Osito y Nube Perlita.

Mientras, empezamos a publicar el pedido de albergue para esta familia canina en A.D.M.A., hasta que apareció Marta y se ofreció a brindarles lugar en su casa. 
Ahi fue que Nubecita empezó a darnos sustos, cuando llegamos a lo de Marta y la bajamos del auto, estaba somnolienta y casi desvanecida, estuvo así unos segundos eternos, hasta que estando al aire libre se reanimó y salió caminando como si nada!

Quedaron los tres en su hogar de tránsito, desparasitados, despulgados y con una cucha esperándolos en el patio. Al día siguiente, nos desayunábamos con el problema número cuatro: Marta me dio aviso de que Nube estaba decaída y sin querer alimentarse. Fui a buscarla y me la traje a casa, rogando que no estuviera enferma. 
En casa le armé una cuchita con abrigo en el baño y le empecé a ofrecer comida. Hice varios intentos pero no quería nada, en un momento me aceptó un poquito de hígado picado, pero al rato lo vomitó. 
Tomaba agua con normalidad, eso era importante, pero no tenía apetito, no iba de cuerpo y sabíamos que si no lográbamos revertir eso, se debilitaría muy rápidamente. 
Esa noche durmió tranquila, pero al día siguiente continuaba sin comer, debilucha y anémica.

Le llamé a Cinthia, mi amiga la veterinaria, (domingo a la noche) y le dije que la pequeña estaba grave, que ya no sabía que hacer para que comiera. Me dijo que fuera a su casa para revisarla y ver que podíamos hacer. Cuando la vio, puso cara de que el panorama no era bueno, me explicó que era posible que tuviera una obstrucción intestinal, que era algo frecuente ya que al desparasitar los cachorros (y si éstos tienen una gran cantidad de parásitos internos), cuando mueren todos a la vez, hacen una especie de tapón en el intestino y el animalito queda obstruído. 
*(A título informativo, y esto no sale en los prospectos de antiparasitarios, para prevenir la obstrucción, la desparasitación de cachorros debe ser subdosificada y en tres días).

Como no es una persona de bajar los brazos, me dijo que íbamos a intentar todo lo posible. Así fue que le hizo masajes abdominales, le puso suero intraperitoneal y le hizo una transfusión de sangre que gentilmente, sin darse cuenta y a cambio de una porción de Pizza, donó el mamut canino de la casa, Mora. Esto merece un apartado especial, ya que la Mora es una loca desquisiada, así que hicimos el vaticinio de que si Nube sobrevivía con la sangre endemoniada que le habíamos colocado, iba a ser una loca como la donante. 
Nos volvimos con el suero a casa (ya que había que colocárselo con frecuencia para tratar de levantarla), y nos moríamos de pena cada vez que había que inyectarla, pero seguimos los pasos al pie de la letra, para tratar de sacarla adelante... y al día siguiente el esfuerzo comenzó a dar sus frutos, la petiza expulsó una cantidad impresionante de parásitos. 


Pero seguía sin apetito y eso era un gran problema, si no lograba comer no iba a salir adelante. No quedaba otra que alimentarla "a presión", con una jeringa le dábamos suplementos lácteos y le molíamos todo tipo de cositas para intentar que comiera. Algunos días a la semana, como pasábamos demasiadas horas afuera de casa y no teníamos como atenderla, empecé a llevarla a lo de mi amiga Alicia para que me la cuidara y la alimentara, además de controlar si aparecía finalmente el tan esperado soretito.

Alicia, junto a su nieta Sofi y con el resto de la familia, se encargaban de cuidarla y de intentar hacerla comer. Jamás olvidaré los mensajes de Alicia contándome que la niña había comido un poquito de lomo o que había tomado la leche correspondiente.

Luego de varios días sin comer por propia voluntad y solo alimentada con lo que le mandábamos a presión, la veterinaria nos sugirió hacerle una ecografía; así que viajamos a Córdoba le hicimos el estudio y nos confirmaron que no se veía ninguna obstrucción intestinal. Siguieron pasando los días y probando, probando, un día le hicimos pollo a la plancha y la niña comió con una desesperación increíble. Y así fue que empezó a comer y a hacer unos soretes tan lindos que hasta nos los envíabamos por foto, de la alegría que teníamos!



Mientras tanto, Marta nos avisó que no podía cuidar más de Osito y de Lili, así que me traje el chiquitin a casa y Lili fue a parar a la casa de Andy, una amiga re perrera que no dudó en darle lugar con su familia hasta que fue esterilizada y consiguió un adoptante que quiso incorporarla a su vida. Lili los cautivó a todos con su suavidad y su dulzura, es una perra hermosa, y con dueños.


Osito vino a casa, fue esterilizado y también estuvo al cuidado de Alicia y Sofi algunos días a la semana, junto con Nubecita. Osito es un perro precioso, y apenas empezamos a buscarle casa, surgió la adoptante ideal para él. Lo llevamos un domingo a la mañana con Alicia a su nuevo hogar, donde fue recibido por una familia bellísima y una hermana canina un poco más grande.

Nos quedaba Nube Perlita... 
...que si bien ya comía, recuperaba peso y estaba cada vez más activa, había sembrado esa semillita que dejan los perros que pasan mucho tiempo en casa. Sensación de que no podés darlo, de que nadie lo va a cuidar como vos... y de nuevo hacer tripas corazón, llevarla  a esterilizar y empezar a buscarle dueños. 
Era fácil conseguirle casa, a los perros blancos los quiere todo el mundo, más si son de tamaño pequeño. Pero cómo saber cuál era el lugar adecuado para ella? Evidentemente yo no podía hacerme cargo de buscarlo; así que una vez más recurrí a mi amiga Alicia y le hice el encargo de publicar a Nube y conseguirle hogar, de lo contario la perra se iba a terminar quedando en casa. No es que no tuviéramos ganas, pero un plantel fijo de seis perros ya es un stock considerable y siempre tenemos ese lugarcito para algún perro rescatado, que cada vez se achica más si nos quedamos con todos los perros que levantamos.



En fin... Alicia hizo su tarea, publicó el aviso y filtró todos los interesados en la adopción, hasta que un día me dice: "Conseguí la familia ideal para Nube. Llamales a ver que te parecen".

Y ahí fue que me comuniqué con Gloria... 
Y aquí llega la parte donde se me acaban las palabras para describir la persona hermosa con la que me encontré y lo bello que fue ver el amor y la alegría con los que fue recibida Nubecita (ahora Lolita) en su nueva casa por su familia humana y su hermana canina.

¿Y que más puedo agregar? Que una vez más se cierra un círculo, donde entre muchas manos ayudamos a cambiar la historia de estos animales. Que esta tarea, a pesar de los nervios, la ansiedad, el gasto de tiempo y dinero, etc. es por demás gratificante y sin ánimo de caer en frases estereotipadas, realmente la alegría de salvar una vida no tiene precio. Que gracias a esto, además de mis valiosísimas amigas, cada vez descubro y me conecto con más gente solidaria y de un corazón enorme, dispuesta a dar una mano sin importar el día ni el horario, sin poner excusas, solo la voluntad de estar ahi. 


Y para finalizar... que me saqué la lotería con el marido que tengo, que va a la par mía en cada uno de estos rescates y que me abre las puertas de casa si vengo con un perro o con un rinoceronte. Doy gracias a la vida por todo esto y por esos animales que se cruzan en nuestras vidas, haciéndonos un poquito más humanos cada día.

Y a mi viejo... donde quiera que esté... le doy también las gracias por haberme enseñado a amar a los animales y por haberme abierto las puertas de su casa cada vez que encontré uno. Este fue el último rescate en el que me pudo dar una mano.

 










Y paso de nuevo por acá a dejar más fotos de Nube-Lolita, desde su nueva casa :)